Sobre la diferencia entre violencia y agresión
Como consecuencia del aislamiento preventivo, la convivencia forzosa de todos los miembros de la familia todo el día, todos los días, ha llevado a que se incremente el índice de violencia en el ámbito intrafamiliar.
“Mi marido no es violento porque nunca me ha pegado” sostiene una mujer, sin darse cuenta que está confundiendo los términos. Pero es que, en general, suele considerarse que violencia y agresión es lo mismo. Resulta importante establecer la diferencia entre estos dos vocablos para poder detectar signos con anticipación y prever acciones necesarias para evitar el desenlace.
En primer lugar, la agresión es una reacción natural, constitutiva de la persona y que se encuentra en todas las especies. Esto es porque está relacionada con la ontogénesis del individuo. Suele ser una respuesta que se activa ante una amenaza, es decir, un estímulo que la persona percibe como el riesgo de perder la comida, el territorio, o la vida. Esto implica que la agresión se caracteriza por ser una manifestación puntual, adaptativa, una conducta defensiva, en una situación límite, pero que conlleva una intención de daño.
Por lo general, la cultura regula la agresión inherente al ser humano a través de las convenciones sociales y las normas éticas y morales. Sin embargo, muchas veces las conductas agresivas se manifiestan de varias maneras en los diversos ámbitos de la vida. Por ejemplo: física, psicológica, verbal, etc.
En cuanto a la violencia, ya no hablamos de algo innato, que pertenece a la especie. Aquí nos referimos a conductas del orden de lo social, básicamente aprendidas y ligadas a las luchas de poder. No es una respuesta puntual ante la necesidad de conservar algo vital como el caso de la agresión; en la violencia lo que se juega es el poder, se busca la conservación o el incremento del poder. La violencia es crónica, periódica y cíclica, es decir que es la forma habitual de resolver conflictos y, si bien puede presentar momentos en que no se manifiesta forma alguna de violencia, esos momentos también forman parte del ciclo de violencia. Dentro de este ciclo vamos a encontrar una puja de poder que se da desde una asimetría y que remite a la sumisión de una de las partes. La violencia no busca el daño del otro, sino el control y puede presentarse de diversas formas: física, psicológica, verbal, económica, etc.
Ahora bien, una vez establecidas las diferencias, si se retoma la frase inicial y se la expresa correctamente podría leerse de la siguiente forma: “Mi marido no es agresivo porque nunca me pega”. El golpe, como respuesta puntual en una determinada situación podría ser considerado una agresión en tanto es una conducta hostil que busca dañar al otro, es del orden de lo destructivo. En cambio, si el golpe aparece de forma periódica, y permanente en la relación (cualquiera sea la índole) se estaría hablando de violencia.
Se mencionó anteriormente que conocer esta diferencia en los conceptos es importante, debido a la necesidad de detectar indicadores que permitan anticipar este tipo de conductas. Para esto es útil también conocer el ciclo de la violencia que propone Leonore Walker. Esta psicóloga estadounidense creó el Instituto de Violencia Doméstica y desarrolló un importante aporte para poder detectar las conductas violentas. Ella va a hablar de tres Fases: una primera fase de acumulación de tensión, una segunda fase de explosión o fase del golpe, y una tercera fase de luna de miel o reconciliación. Si bien estas fases se presentan en situaciones de violencia, la duración de cada una no es fija ni generalizable. Las tres fases conforman un ciclo del que muchas personas no pueden salir por sí solas.
Conocer estas diferencias y conocer el funcionamiento de la persona violenta ayuda a que se pueda pesquisar indicadores y detener el ciclo antes de que sea tarde.
Referencias: WALKER, L. (1984) Síndrome de la Mujer Maltratada. Biblioteca de Psicología- Desclée de Brouwer
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