Sobre la confianza y los celos
Hoy en día uno de los desafíos más grandes que tiene que afrontar una pareja es la construcción y el sostenimiento de la confianza. No hace mucho tiempo, demorar al regresar del trabajo, viajes imprevistos, ausencias inexplicables eran motivos de peso para desconfiar. Hoy, dado que las nuevas tecnologías nos permiten estar en varios lugares a la vez, la confianza se vuelve más endeble.
En un mundo donde las relaciones son líquidas, ¿puede la confianza sostenerse en esa liquidez? Cuando suena un celular fuera de la hora, suele generar sospechas, desconfianza, y la pregunta inevitable “¿quién te escribe a esta hora?”. Antes, uno estando con su pareja, no hablaba con nadie más que con su pareja. Ahora, con el celular en mano, uno está con su pareja y, a la vez, hablando con gente del trabajo, la familia, amigos… y todo se vuelve muy confuso. Al punto que incluso poner un “me gusta” en alguna publicación en redes sociales suele ser motivo de discordia.
Surgen entonces reclamos, exigencias, cuestionamientos, y la confianza se ve afectada por los celos. O quizás es que la desconfianza genera celos. El hecho es que en esas situaciones aparecen sentencias como: “No podés ser tan tóxico/a”. Ya en otro espacio hablamos sobre los celos, y si ahora los pensamos desde Descartes1 tomando sus palabras: “Los celos son una especie de temor que se relaciona con el deseo que tenemos de conservarnos la posesión de algún bien”, aunque lo más interesante de este postulado, es que según nos dice:
“no proviene tanto de la fuerza de las razones que hacen creer que la podemos perder, como de la gran estima en que la tenemos, la cual es causa de que se examine hasta el menor motivo de sospecha y se lo tome como justificación muy importante.”
Los celos entonces, para Descartes, surgen cuando alguien estima mucho a otra persona y teme perderla. Siguiendo esta línea, se podría decir que la persona que cela a su pareja, es porque la ama y le importa realmente. Sin embargo, más adelante agrega:
“se desprecia a un hombre celoso de su mujer, porque esto demuestra que no la ama de buena ley y que tiene mala opinión de sí mismo o de ella: digo que no ama de buena ley, porque si le tuviera un verdadero amor, no se sentirá inclinado a desconfiar de ella; pero no es propiamente a ella a quien ama, sino sólo al bien que cree hallar en ser su dueño único, y no temerá perder este bien si no se juzgara indigno del mismo o no creyera infiel a su mujer.”
Esto nos lleva a pensar que en los celos que se sienten en la pareja, subyace una mala opinión de sí mismo o del otro. La confianza, o mejor dicho, la desconfianza, se sitúa en “uno mismo” como incapacidad de retener a la otra persona, o bien se sitúa en el otro como incapaz de mantener su lealtad. En todo caso, y cualquiera sea la forma que adquiera esta mala opinión, el resultado será siempre el mismo: socavar los cimientos en los que se funda la pareja.
Para Freud, el padre del psicoanálisis, la postura es algo diferente. Él plantea que hay tres tipos de celos: los normales, los proyectados y los delirantes. En referencia a los celos normales, dice que “están compuestos por el duelo, el dolor por el objeto de amor que se cree perdido, y por la afrenta narcisista.”. Y agrega más adelante que aún si se los llama normales son emociones que escapan de la razón. Luego dice que los proyectados “provienen, así en el hombre como en la mujer, de la propia infidelidad, practicada de hecho, o de impulsiones a la infidelidad que han caído bajo la represión”. Es decir que son aquellos celos que surgen de las propias inclinaciones a la infidelidad, que son proyectadas en la persona del otro. Sobre el tercer caso, el de los celos delirantes, Freud dice que hay una inclinación homosexual, también hay una proyección de la propia tendencia a la infidelidad, pero en este caso, sería de índole homosexual.
Más allá de las diferencias que podamos encontrar en los teóricos que abordan el tema de los celos, lo que se pesquisa es, por un lado, que se trataría de desconfianzas y sospechas sin corroboración. Ideaciones, con frecuencia infundadas, que nos llevan a pensar que podemos perder a la persona que amamos; por otro lado, se podría inferir que existe en uno mismo la inseguridad de poder sostener el amor del otro.
Es aquí donde se debe trabajar, en reforzar la confianza, pero no solo en el otro, sino también y principalmente en uno mismo. Retomando a Descartes, hablar de celos “no se relaciona más que con las sospechas y desconfianzas; pues ser celoso propiamente no es más que tratar de evitar algún mal, cuando se tienen motivos razonables para temerlo.” Apoyándose en el compromiso asumido, con la firme decisión de sostenerlo en el tiempo, y siempre desde el amor, se pueden hacer preguntas y se pueden dar respuestas amorosas, cuidadas, que lleven a consolidar la confianza y la armonía.

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Fuentes:
Descartes R. (1649) Tratado de las Pasiones del Alma. Ed. TECNOS S. A., 1997 Art.167 -169
Freud S. (1922) Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad. En Obras Completas. Tomo XVIII. Bs. As.: Amorrortu editores. pp 216-226
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