El arte de amar
¿A quién no le pasó que se encontró con alguien a quien no veía hace tiempo y al preguntar por su vida, su familia responde “me separé” o “ahora todo bien, pero no estoy con la misma persona que conociste”?. Entonces nos preguntamos ¿qué pasó con eso de “hasta que la muerte nos separe” o el “vivieron felices por siempre” o “el amor para toda la vida” o “el eterno amor”?. Y caemos en la cuenta de que este tipo de conceptos ya no se encuentran en vigencia en la actualidad. Tan solo por pensarlos (o por sentirlos en falta) ya nos miran como diciendo que estamos locos (y a veces nos lo dicen), que somos anticuados, que no aprendimos nada. Incluso hay quienes tienen la certeza de saber más sobre el amor solo por tener más experiencias románticas.
Solía pensarse que estos ires y venires entre enamoramientos eran cosas de niños y adolescentes, de jóvenes, pero ahora se encuentran también en adultos. En hombres y mujeres en igual medida puede observarse esta especie de fluidez amatoria o enamoradiza. Y es que con el correr de los años, las grandes instituciones sobre las que se fundamentaba el amor, han sido erosionadas por los numerosos cambios culturales que se han ido sucediendo. La escuela, la familia, el trabajo, ya no son lo que habían sido. Han sucumbido a los devenires de la modernidad, a las vertiginosas variaciones de las costumbres, dando lugar a nuevas formas de vincularse. Lo cierto es que hoy en día, no se puede perder el tiempo. Los abordajes profesionales nos dicen (y muchas veces nos gritan) de todas las formas posibles, que no vale la pena estar con alguien con quien no somos felices. No vale la pena estar con alguien que no nos colma. No vale la pena estar con alguien que no nos haga sentir satisfechos. Nos conducen, de alguna manera, a tomar una instantánea del momento actual y decidir en consecuencia sin perder tiempo.
Desde todos lados nos dicen permanentemente qué cosas no nos pueden faltar, qué cosas debemos comer, qué debemos vestir, qué decir, qué pensar, e incluso se han atrevido a sugerirnos a quien amar y a quien no amar y cómo hacerlo. Y es que en estos tiempos, en los que todo apunta a la satisfacción instantánea, es imposible, por ejemplo, pensar en afrontar un conflicto cuya solución no es instantánea. Porque es lógico que en este contexto en que todo cambia tan abruptamente, el amor no puede quedar por fuera, tiene que adaptarse.
Zygmunt Bauman, nos ha dejado un aporte muy interesante para pensar estas nuevas formas de amor. En un texto que escribió en el año 2000, él nos habla de de la “modernidad líquida”1, esta idea se centra principalmente en los cambios sucesivos y en la duración efímera de las cosas que presenta la actualidad que vivimos. Y es que si pensamos en un líquido vamos a darnos cuenta que su forma puede cambiar, según se lo mueva hacia un lado o al otro, pero siempre recupera su estabilidad, aunque la pierda por un momento vuelve a recuperarla; si lo atravesamos con algún objeto cortante no dejará huellas no se manifestará un cambio porque rápidamente volverá a su posición inicial. En cambio, si pensamos en un sólido su forma se sostiene, se mantiene, perdura en el tiempo, no cambia. Si lo sometemos a un objeto cortante, este dejará huella, una marca, tal vez se separa en dos partes o más, su forma no volverá a ser la misma.
En lo personal, me gusta pensar en la solidez del amor. Claro que no por sólido deja de hallarse en un entorno tan líquido como se describió anteriormente, con todas las dificultades que esto implica. Aún así, me gusta pensar en el amor como aquello que cambia, pero no en el sentido de ir alternando de un objeto a otro, sino que se va modificando a sí mismo, evolucionando, creciendo, madurando, ampliándose, superándose.
De ser esta idea factible, y siguiendo a Bauman2, podría pensarse que se van adquiriendo aprendizajes en esos enamoramientos y desenamoramientos, pero no relacionados con la capacidad de amar, sino ligados a la adaptación rápida y efectiva a lo novedoso, a lo cambiante, a la fluidez del mundo en que vivimos.
Cabe preguntarse entonces ¿saben amar aquellos que han amado tantas veces? ¿Es posible hablar de amor en estos casos? ¿Puede un amor sólido sobrevivir en un mundo líquido o es necesario pensar en un amor líquido?
El amor requiere, entre otras cualidades, de compromiso, valentía, disciplina que, dicho sea de paso, en un mundo permanentemente fluctuante son cualidades bastante difíciles de encontrar. Sin embargo, el desafío es sostenerlas, aún en los vaivenes que el devenir nos va imponiendo. Porque el arte de amar no está en enamorarse, desenamorarse y enamorarse una vez más, el arte de amar es volver a enamorarse una y otra vez de esa persona que elegimos, es volver a elegirla, a pesar de todo. Amar es tener la plena seguridad que nadie más podría ser para nosotros mejor compañía en este viaje que esa persona. Trascendiendo el tiempo, aunque no necesariamente sin marcas o cicatrices.
El arte de amar radica precisamente en ser capaces de sostener esa solidez del amor aún en el fluir del cambio permanente.
Referencias:
Bauman Z. (2000) Modernidad líquida. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 3ra Ed. 2004
Bauman Z. (2003) Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. México: Fondo de Cultura Económica. 2005
¿Te ha gustado? Recibe las notificaciones directamente en tu email o en tu móvil:
- Carta De Amor De Ludwig Van Beethoven - junio 5, 2023
- El Río y el Océano - junio 2, 2023
- Milagro - junio 1, 2023