Temperamento y carácter
Con frecuencia, temperamento y carácter son dos términos que suelen confundirse e incluso suelen ser considerados como sinónimos, sin embargo existen teorías que marcan una profunda diferencia entre ambos.
En principio vamos a establecer la diferencia con la que trabajaremos: el temperamento estaría conformado por todas aquellas características innatas con las que respondemos a los diferentes estímulos que nos encontramos en la cotidianidad. Es la predisposición emocional que heredamos. Podríamos decir entonces que el temperamento es el estilo emocional con el que, por ejemplo, un niño reacciona al ambiente.
Por su parte, el carácter es lo aprendido, o sea que se forma con las experiencias que el niño va adquiriendo en el contacto con su entorno. Por eso, el carácter va a marcar la forma en la que el niño percibe los estímulos internos y externos, y principalmente, va a establecer la manera en la que regula su temperamento.
Según los enfoques en los que nos basemos, vamos a encontrar diferentes formas de caracterizar tanto el carácter como el temperamento. Por ejemplo para Hipócrates (Siglo V – VI a.C.) el cuerpo humano estaba compuesto por cuatro tipos de líquidos (él lo llamaba humores) a saber: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. Cada uno de ellos estaba asociado a uno de los cuatro elementos que conforman el universo: aire, agua, fuego y tierra respectivamente. Con esta teoría “humoral”, él sostenía que si estos humores estaban en equilibrio, la persona estaría sana, mientras que en cuanto se produjera un desfasaje en alguno de ellos, se producirían enfermedades. Posteriormente, Galeno (Siglo II a.C.) desarrolló, a partir de la teoría de los humores de Hipócrates, su teoría de los temperamentos. Entonces, según cuál de estos cuatro tipos de líquidos predomina más en el individuo, se iba a determinar el temperamento de éste. De esta manera si predominaba la sangre el humor o el temperamento de esta persona sería sanguíneo, sI el más abundante era la flema sería entonces una persona con temperamento flemático, aquellos en quienes los que destacaba era la bilis amarilla eran de temperamento colérico, y finalmente cuando la predominancia estaba dada por la bilis negra se trataba de una persona con temperamento melancólico.

Por esto decimos que el temperamento es innato, forma parte inherente de cada individuo, y responde a factores hereditarios y genéticos. Esto implicaría que hay una fuerte determinación en la forma en la que sentimos y actuamos.
Ahora bien ¿Cuál es el papel del carácter en todo esto? Como decíamos antes el carácter se forma con todas las experiencias que vamos atravesando desde el momento en que nacemos. Se va moldeando gracias a la incidencia del entorno, yal aprendizaje que adquirimos en las diferentes situaciones que vamos atravesando.
De esta manera, podemos decir qué es el carácter el que va a ir regulando nuestro temperamento. Podríamos postular incluso que un carácter fuerte es aquel que tiene más injerencia en la regulación del temperamento, mientras que un carácter débil es el que no puede ejercer control sobre las reacciones que tenemos.
Si lo que queremos es tener un carácter fuerte lo que tenemos que hacer es aprender a regular nuestras emociones y aprender a controlar nuestras reacciones. En otros apartados hemos hablado sobre las tres fallas que podemos encontrar en el aspecto emocional: uno es que la emoción que sentimos sea la incorrecta, otro es que la intensidad de la emoción no sea la adecuada, y el tercer aspecto en el que podemos llegar a fallar es en la manifestación de la emoción. Por esto decimos que un carácter sólido y fuerte regula el temperamento, porque nos va a permitir detectar con anticipación esos estímulos que detonan nuestras emociones, habilitando la posibilidad de racionalizar, para poder encontrar la forma adecuada de manifestar lo que sentimos.

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