Sobre padres e hijos: las redes sociales y los niños
No hace mucho tiempo se publicó un artículo en el que se propone la necesidad de proteger a nuestros niños de las redes sociales. Plantea respecto de las plataformas virtuales, en uno de sus párrafos: “Sus hijos son sujetos involuntarios en un experimento singular de las formas sociales humanas, pues deben desarrollar hábitos y relaciones en un ambiente indómito diseñado sobre todo para maximizar la participación intensiva en beneficio de los anunciantes”. No creo que sea necesario decir que esto es cierto, sin embargo, pasó lo mismo con la televisión en su momento, y posteriormente con los videojuegos, los celulares, etc. Los niños requieren cuidados y que los adultos estemos pendientes de las cosas a las que tienen acceso. Todos los excesos son nocivos en alguna medida.
Según el artículo se estima que los niños entre 8 y 12 años ya están deambulando entre las diferentes redes sociales, y quienes tengan un niño cerca podrán afirmar que incluso antes también. Ahora bien, ¿cómo es eso posible si la legislación vigente estipula que el mínimo de edad para tener perfiles en las distintas plataformas es a partir de los trece años? Es evidente que los niños eluden estas restricciones, muchas veces a escondidas de sus padres.
Si bien las redes sociales, unas quizás más que otras, sobrecargan a los niños de información, poco adecuada y nada necesaria para su edad; no podemos negar que ellos hacen lo que ven. Si como adultos cuidadores estamos pendientes de las redes sociales, es inevitable que ellos deseen conocer esa maravilla que nos captura la atención

Las prohibiciones irracionales, por lo general, van a provocar que los niños busquen formas de acceso clandestinas a esos espacios en los que los adultos y los hermanos mayores son tan “felices”. Y en esos accesos clandestinos es donde radica el verdadero peligro. Un peligro que no solo se plantea en las redes sociales, sino en cualquier instancia en que los niños accedan a algo lejos de la supervisión de sus padres. Dice en el artículo: “Los padres deberían tener la misma capacidad de decisión sobre la presencia de sus hijos en estos espacios virtuales.” En realidad la tienen, porque si se toman el tiempo necesario, pueden compartirlos con los niños, mirar los videos, las imágenes, los juegos, así como hemos planteado ya aquí, es necesario saber qué es lo que miran los niños. Por un lado porque de esa manera, podemos ser soporte para aquellas cosas que escapen de su entendimiento, y por otro, porque de esa manera acortamos la brecha generacional acercándonos más a quienes más adelante, en su adolescencia, necesitaremos comprender.
Restringir el acceso a lo que todos los demás acceden no es protección. No se protege a un niño no dejándolo ir solo al parque, se lo protege yendo con él y disfrutando a su lado. Entre los diferentes elementos que se citan en el artículo en cuestión como factores nocivos para nuestros preadolescentes, podemos encontrar: “cuestiones de imagen corporal, y con problemas que van desde la dismorfia corporal a un síndrome como el de Tourette, la explotación sexual y diversas acrobacias mortales” y, dicho sea de paso, en muchas películas de superhéroes podemos encontrar también algunas de estas situaciones, así como en la vida real. En todo caso, cabría preguntarse ¿vamos a alejar a nuestro niño de un compañero con Síndrome de Tourette? ¿Vamos a evitar llevarlo a un circo para que no vea al trapecista?
En el artículo se sugiere elevar la edad mínima para acceder a las redes sociales de 13 a 18 años, siendo posible con la estricta vigilancia de los padres, obtener excepciones. Ahora bien, lo que no se está teniendo en cuenta es que entre los 12 y los 18 años se desarrolla un período de crecimiento extremadamente delicado en el cual la relevancia de los pares aumenta en detrimento de la de los padres. En un momento donde no tener redes sociales es similar a “no existir” y en una etapa en la que la idea de la muerte es acariciada casi permanentemente, ese tipo de restricción, sería similar al aislamiento.
Para finalizar se plantea: “Fue un error dejar que los niños y los adolescentes entraran a las plataformas en primer lugar. Pero tenemos las herramientas para corregir ese error.” Y no podría estar más de acuerdo. Con la única salvedad de que el error, en cualquier caso, es dejar que los niños y los adolescentes “entren solos”. Y por supuesto, las herramientas no son legislar respecto de las edades, porque pareciera que al hacerlo, nos sentamos cómodamente a esperar que los chicos sean mayores y puedan entrar en las redes sociales sin que requieran de nuestra supervisión, y a lo sumo controlaríamos que no anduvieran haciendo trampas y entrando a escondidas
Siempre es importante destacar la importancia de estar cerca de los niños y de los adolescentes, acompañando su crecimiento en cada etapa. Estar a su lado, compartir las distintas cosas que ven, saber qué tipo de contenidos consumen, y estar a la altura de los cuestionamientos que puedan surgir. Enseñarles a seleccionar lo que ven y lo que no desean ver, enseñarles a decir “NO” a determinados contenidos.
Sin duda la mejor herramienta para proteger a nuestros niños y adolescentes es la comunicación y el amor.
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