Sobre la fidelidad
“Prométeme, Oscar,
que ningún portero
volverá a confundirme
con otra mujer que no sea
la esposa de Schindler
y me quedo.”
Emily Schindler
subió al tren esa tarde
y se fue.
El concepto de fidelidad ha ido modificándose a lo largo de la historia. Según el caso abarca diferentes conductas y varía de cultura en cultura, también se piensa que es diferente según se trate de un hombre o de una mujer.
Con “fidelidad” por lo general uno se refiere a confianza, compromiso y, si bien se puede hablar de alguien fiel en su trabajo, en su familia, con sus amigos, etc., es un vocablo que está más ligado a la relación de pareja. Ser fiel implicaría entonces cumplir promesas y compromisos establecidos y en una relación de pareja se orienta fundamentalmente (aunque no exclusivamente) a la intimidad y el intercambio sexual. Habiendo dicho esto, una persona es fiel cuando se dedica exclusivamente a su pareja, afectiva y sexualmente.
En el siglo pasado, el intercambio sexual extramarital en el hombre era algo que estaba no sólo avalado socialmente, sino que era casi una condición del género: “el hombre es así”. También, y hasta no hace mucho, era común encontrar que dentro de la pareja existían ciertas prácticas sexuales que se compartían satisfactoriamente, pero otras quedaban por fuera: “no le puedo pedir eso a mi mujer, es la madre mis hijos”. Por otro lado, la mujer, antaño y aún en la actualidad, ha sido gravemente denostada en casos de adulterio. Incluso en algunas culturas se practica aún hoy la ablación genital femenina con el fin de controlar la sexualidad femenina y evitar que la mujer sea infiel.
Aquí se pone de manifiesto también las distintas formas en que perciben en general hombres y mujeres la fidelidad-infidelidad. Hay una diferencia que podría establecerse, aunque, por supuesto, esto de ninguna manera es algo determinante, pero se estima que para la mujer la infidelidad implica más que nada lo emocional y lo afectivo. Mientras que para el hombre se vincula casi exclusivamente a lo físico. No es extraño que la mujer perdone una infidelidad cuando “no significó nada” para el hombre. Pero en el caso inverso, suele ser intolerable por el golpe profundo al ego que este tipo de cosas provocan.
La fidelidad se sostiene en los pilares éticos y morales de la persona. Una persona con altos valores no incurrirá en infidelidades porque priorizará siempre sus valores y actuará en función de ellos. Muchas personas (hombres y mujeres sin distinción) hacen esfuerzos muy grandes para poder mantenerse fieles, porque se sienten tentados una y otra vez.
Ahora bien, ¿qué pasa si uno se dedica afectiva y sexualmente al otro, sin faltarle, comprometido y sosteniendo a lo largo del tiempo esta conducta irreprochable, pero que sin embargo, en lo personal no acaba de satisfacerlo? La persona es fiel. Pero… ¿sirve de algo la fidelidad en este aspecto? O, por el contrario, partiendo de la idea que se desprende de esto: “uno busca fuera de la pareja aquello que no encuentra dentro”, y que resulta en una especie de sentencia que pareciera de alguna manera justificar la acción, poniendo en el otro la responsabilidad: “soy infiel porque a tu lado no tengo lo que necesito”.
Esta es una de las razones por las que, en lo personal, prefiero hablar de lealtad y deslealtad. La lealtad comienza en uno mismo. Una persona leal, es leal a sí mismo en primer lugar, a sus principios y valores, a sus códigos morales y éticos. En base a esto, una persona leal, va a ser leal al otro pero siempre desde sus propios sentires.
Ante la presencia de insatisfacción lo más probable es que la persona leal, intente apelar al diálogo, a la comunicación, enriqueciendo la pareja, hallando el equilibrio. Partiendo del sí mismo, del amor propio. Porque solo del amarse y respetarse a sí mismo, se puede uno abrir al otro y entregarse.
Desde la lealtad se asumirá el compromiso con el otro a manera de intercambio y crecimiento favoreciendo el reconocimiento mutuo mediante el cual ambos cónyuges serán constructores de la relación.
Porque no tiene sentido que uno sea fiel al otro si no está feliz y satisfecho, eso va de la mano de la sumisión y garantiza más tarde o más temprano el fin de la relación. Una persona leal no sentirá tentaciones, no se esforzará por ser fiel, porque no sentirá el impulso de serlo, puesto que su vínculo está basado en la lealtad, está donde desea, con quien desea.
Por esto parecería más adecuado considerar la unión conyugal como una unión que está sostenida en la lealtad y por supuesto la cuota necesaria de compromiso, complicidad y confianza en el otro.

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