¿Por qué debería reflexionar? ¿Qué gano con eso?

¿Por qué debería reflexionar? ¿Qué gano con eso?

Sobre las formas de reflexionar

Es común, más de lo que nos gustaría, que nos pidan reflexionar respecto de algo. Ya sea que hayamos cometido un error, que estemos en una sesión psicoterapéutica, que conversemos con nuestro orientador espiritual, o simplemente leyendo algún artículo publicado en alguna red social.

Y ciertamente muchas personas no se llevan muy bien con el proceso de la reflexión. No porque no deseen hacerlo, sino porque mirar para adentro es sumamente complicado. Encontrarnos con esas partes de nosotros que nos duelen, o nos avergüenzan es algo que frecuentemente se busca evitar. 

Sin embargo, si lo pensamos bien lograremos comprender que la reflexión invita a lo contrario: a mirarnos, a criticarnos y a perdonarnos, a aceptarnos y a superarnos. 

¿En qué consiste en realidad la reflexión?

Ahora bien, ¿en qué consiste en realidad la reflexión? Como se dijo anteriormente, es un mirar hacia adentro, haciéndonos preguntas cuyas respuestas conocemos pero solemos pasar por alto.

Por poner un ejemplo: alguien que sale de una relación conflictiva para caer de narices en otra aún peor, y reitera esta secuencia a lo largo de su vida, se pregunta por qué siempre le toca siempre el mismo tipo de personas. Una buena guía terapéutica podría conducir a reflexionar sobre aquellas señales de alarma que aún siendo detectadas no han sido consideradas. En lugar de decir “siempre me tocan tales personas”, partir de una pregunta como podría ser: “¿qué grado de responsabilidad tengo en la elección de tales personas?”

Es claro que estas preguntas que nos acercan a nuestros lados más flacos, son difíciles de responder, y de aceptar. Pero la reflexión nos ayuda a comprendernos, a hacernos responsables de nuestras elecciones y de nuestras decisiones. Lo que, por supuesto, nos lleva al crecimiento y al aprendizaje.

Algunas cosas no hacen reaccionar inmediatamente, mientras que otras no consiguen ni captar nuestra atención. Algunas son capaces de hacernos salir de la cama pero otras queremos dejarlas escondidas debajo de las sábanas. Conocer nuestras tendencias también nos ayuda a evitar caer (o recaer) en errores conocidos. 

Otro de los beneficios de la reflexión es el poder apoderarnos de nuestras emociones. Es sabido que muchas veces la intensidad de lo que sentimos nos nubla la mente, la razón y hasta parece aniquilar nuestra cordura. El acto de apoderamiento de las emociones implicaría entonces, el poder apropiarnos de lo que sentimos y racionalizarlo de manera que seamos capaces de analizarlo concientemente para poder gestionarlo saludablemente, estableciendo vínculos más sanos y duraderos.

¿Por dónde comenzar?

Por dónde comenzar puede ser uno de los obstáculos más difíciles de sortear. No obstante, preguntas sencillas como: “¿estoy satisfecho conmigo mismo?”, “¿qué cosas me hacen feliz?”, “¿qué es lo que me molesta?”, “¿qué quiero hacer de mi vida?”, etc., pueden abrir un abanico de posibilidades.

Buscar el momento para reflexionar, suele ser problemático. Los apremios del tiempo y la vertiginosidad en que nos movemos hoy en día, dan la sensación de que sentarse a pensar no es más que una pérdida de tiempo. Aún así, es importante encontrar al final del día esos instantes en que a solas con nosotros mismos, recuperemos aquellos sucesos más intensos y los revisemos a la luz del entendimiento y la razón. 

Algunas personas por sí solas logran una buena comunicación con su interior, otras requieren cierto acompañamiento externo, pero en todos los casos una reflexión de esas situaciones que nos afectan, es necesaria para lograr equilibrio y estabilidad psicoemocional. Pensarnos es una forma de reconocernos, de aprendernos, de aceptarnos, para poder abrirnos al otro de una manera más sana y sincera.

Únete a nuestro canal en Telegram y no te pierdas nada

Benicio
Últimas entradas de Benicio (ver todo)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *