Apolo y Jacinto
La mitología griega transcurre en un mundo imaginario en el que convivían humanos en la Tierra con Dioses en el Olimpo. Entre los dioses había cuatro dioses de los vientos, uno por cada punto cardinal que indicaba el origen del viento y cada uno de ellos asociado a una estación. Uno de ellos era Céfiro, el dios del viento del oeste, el viento más ligero, portador de la primavera y el de las mil esposas, entre ellas Iris.
También estaba Apolo, hijo de Zeus y Leto que era el dios de la luz y el sol; la verdad y la profecía; la medicina y la curación; la música, la poesía y las artes; también el ideal de la eterna juventud.
Jacinto, era el joven hijo de Amiclas, Rey de Esparta y su hermosura empalidecía a la de los más hermosos dioses del Olimpo. Apolo se enamoró perdidamente del muchacho.
El dios, una de las deidades más hermosas, a menudo quedaba con Jacinto en el Río Eurotas, en Esparta, para pasar el mayor tiempo posible con su joven amado, enseñándole a disparar el arco, a lanzar el disco y a tocar la cítara , ya que Jacinto era especialmente sensible y capacitado para la música, entre otras de sus muchas cualidades.
Pero Apolo no era el único que amaba a Jacinto. Céfiro, que se había enamorado del joven mortal, al saberse incapaz de competir con el amor que Jacinto iba desarrollando hacia Apolo, y atormentado por los celos, decidió la muerte del muchacho.

Un día en el que Apolo y Jacinto disfrutaban jugando a lanzar el disco, apareció Céfiro; quien ejecutando su venganza surgida del despecho, esperó a que le tocase el turno a Apolo y en cuanto éste lanzó su disco, sopló desviándolo de tal forma que terminó clavándose en el cráneo de Jacinto.
El hermoso efebo murió al instante, y ni siquiera su amante divino logró socorrerle. Únicamente tuvo tiempo de abrazarle y besar sus cabellos negros con cuyos rizos iba mezclándose la sangre roja que iba cayendo al suelo. Horrorizado Apolo, trató desesperadamente de contener la sangre que manaba de la frente, sosteniendo al muchacho en sus rodillas, pero todo fue en vano.
Apolo, ciego de dolor, impidió que Hades, el dios de los muertos, se llevase a su amado. Lo único que pudo hacer, en su dolor, fue transformar la sangre que manaba de la cabeza del muchacho en una hermosa flor de color rojo púrpura, que desde entonces, para perpetuar su memoria pasaría a llamarse la Flor de Jacinto.
Céfiro tenía que pagar su crimen y Apolo estaba más que dispuesto a castigarlo. Afortunadamente Eros acudió al rescate impidiendo que Apolo consumase su venganza convenciéndolo de que Céfiro había actuado en nombre del amor y como pago al favor de Eros, desde ese momento el viento del oeste pasó a servir para siempre al amor y a ser reconocido como “el viento de los enamorados”.

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