Acariciame
No sé sí fue la hora, tal vez haya sido el clima, aunque seguramente fue la cercanía de su cuerpo al mío que simplemente se combinó con esas ganas locas de sentirme en sus manos.
No, no lo sé.
Lo único que sé, es que en ese momento en que su mano se desplazaba sobre mi, la piel de todo mi cuerpo ardía bajo la yema de sus dedos. Una respiración profunda tras otra llenó mi pecho varias veces, mientras mi sangre caliente se agolpaba cada vez con más intensidad.
Era una caricia prolongada que me recorría de un extremo a otro, suave, lenta, ese tipo de caricia que pone mi cabeza a dar vueltas, mi corazón a dar saltos en el pecho, mi piel se quema, mi sangre bulle. Era una caricia tan íntima, que se iba escurriendo en mis rincones despertando fieras escondidas, socavando mi razón.
¿Qué tanto puede poseerme esa mujer?
No he hallado en la historia de mi vida nada tan intenso cómo lo que ella me hace sentir con una sola caricia, con su mirada, con su sonrisa. Es que esa sonrisa en su rostro me cautiva, me seduce, me provoca, porque me dice claramente que lo disfruta tanto como yo. Le gusta explorarme, le gusta sentirme, le gusta saberme preso de sus caricias, le gusta saber que mi voluntad cabe en la palma de su mano. A ella le gusta ver cómo mi cuerpo se vuelve suyo en un solo instante. Porque mi cuerpo en ese momento era suyo, le respondía, la buscaba intensamente, la necesitaba locamente…
… y su mano, que se movía suave, en un ir y venir muy lento, enloqueciéndome cada vez más.
Dios… No sé si tiene idea de la intensidad con la que la siento en esos momentos, está en mí, en cada parte de mí, siento su mano recorriendo mi pecho, su aliento sobre mi piel, sus sonidos, su aroma, la tibieza de su cuerpo junto al mío… es tan intenso, me llena tanto.
¿Cómo podría liberarme de estas emociones que despierta en mí? El día comenzaba y yo apenas podía desenredarme de ella.
No.
No pude.
En realidad no pude.
En realidad quería seguir estremeciéndome bajo sus manos. La realidad es que solo quería sentir que estaba en sus manos, a merced de su boca, de sus besos, sus caricias, su piel, de su cuerpo, de su calor. En ese momento solo quería estar con ella, entre sus brazos, entre sus labios y entre sus piernas.
Y la verdad es que en este instante no puedo siquiera imaginar algo diferente. Porque ella me deja sin aliento, con la mente en blanco y el cuerpo ardiendo. Me deja sumido en un escalofrío que me recorre por completo, me deja temblando entre sus manos como una hoja al viento, ansiando que me recorra con su caricia un poco más.
¿Te ha gustado? Recibe las notificaciones directamente en tu email o en tu móvil:
Y también en Facebook
- Ulises y Cirse - noviembre 28, 2023
- CUENTO SIN U por Jorge Bucay en Cuentos para pensar - noviembre 24, 2023
- Al hijo por Jorge Luis Borges - noviembre 23, 2023