Zal y Rubadeh

<strong>Zal y Rubadeh</strong>

Zal y Rubadeh

(Leyenda persa)

Zal, hijo de Sam, líder del Feridun, había nacido con el pelo blanco como la nieve, razón que más adelante en su vida lo llevaría a ser conocido como «el Príncipe Blanco». Tal atributo físico lo hizo ser rechazado por su padre, quien lo dejó en una montaña para que encontrara su fin. Sin embargo, un ave a la que se le conoce como simurgh se apiadó del niño y se lo llevó volando a su nido.

El líder tuvo varios sueños en los que se le decía que su pequeño seguía vivo, y arrepentido de su crimen, comenzó a rezar para volver a ver a su hijo. El ave (a la que le atribuían poderes mágicos) se dio cuenta de los lamentos de Sam, y le dijo a Zal que debía volver al lado de su progenitor, pero antes de partir le entregó una pluma mágica, que lo ayudaría en un momento de gran penuria.

El bebé que alguna vez había sido abandonado era ahora todo un hombre lleno de habilidades útiles y poseía igualmente un físico que lo hacía particularmente apuesto, en especial gracias a su cabellera blanca como la nieve la cual lo hacía sobresalir.

Zal sabía que el camino para retornar a casa no sería fácil y que había sitios que debía evitar, como Kabul: una tribu que tenía roces con la de su padre. Si esas personas se llegaban a enterar de su parentesco, la vida de nuestro protagonista correría peligro. 

El problema es que había algo en Kabul que despertaba la curiosidad de nuestro joven amigo, y era la hija del líder del sitio: una bella joven llamada Rudabeh descrita como la luna coronada con hermosos rizos morenos que contrastaban con su piel. Los hombres decían que verla hacía que se sintieran en el cielo. Y no era para menos, al verla se enamoró de ella enseguida, era una hermosa mujer con cabello hasta los tobillos. Lo curioso es que Zal no había pasado desapercibido para Rudabeh quien había oído hablar del joven con cabello blanco. La chica compartió las ganas de conocer a Zal con sus doncellas y éstas cuando se dieron cuenta que él andaba cerca, sirvieron de intermediarias para crear una bella historia de amor. Zal fue conquistando poco a poco a la chica. Su pequeño romance se transformó en un amor recíproco.

Cuando por fin encontró a su padre, se enteró de que su familia era enemiga de la familia de Rubadeh, por lo que tuvieron que separarse. Pero eventualmente Zal la buscó cada noche y se paró bajo su balcón, donde pudo escalar utilizando el cabello de Rubadeh. Al verlos tan enamorados, y aunque habían rencillas que parecían no tener solución, sus familias no pudieron negar su matrimonio. Pero como las estrellas, sí, literalmente las estrellas del firmamento, auguraron una relación prolifera, de la cual saldría un guerrero que haría sentir orgulloso a ambas familias, les dieron su bendición.

Estaban dichosos, parecía que la vida siempre les estaba sonriendo, pero las nubes negras estaban encima de sus cabezas, pues cuando ella se encontraba dando a luz se puso mal y empezó a perder demasiada sangre. Ella estaba enferma y Zal al ver que la vida de su amada colgaba de un hilo, se acordó de las palabras del simurgh y quemó la pluma que llevaba: el pájaro se le apareció y dijo que curara a Rudabeh con el vino, la chica mejoró y la familia pudo vivir feliz por mucho tiempo.

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Benicio
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