Un día… No quería despedirme
Era la hora en que solíamos despedirnos, pero ambos prolongamos el abrazo intentando detener el tiempo y sin soltarla ni dejar que se aleje de mi, le dediqué una sonrisa. Acompañada de una mirada profunda, mientras mi mano acariciaba su mejilla algo sonrojada. Deslicé suavemente su cabello hacia un lado despejando ese bello rostro.
Si me miraba a los ojos, seguro adivinaría qué siento y qué deseo. Tal vez por eso baja su carita enrojecida… Pero ella sabe muy bien cómo me seducen esos sonrojos. Y se sonríe.
Mi mano en su barbilla levantó con delicadeza su cara bonita hacia mí. Encontrarse con mi mirada volvió a inquietarla. Mi pulgar se deslizó por encima de sus labios y sus manos apretaron mi camisa. Me incliné hacia ella y, con los ojos cerrados, finalmente alcancé su boca.
Casi me faltaba el aliento. Mis labios cubrían los suyos suavemente y luego ella me respondió y con cierta timidez sus labios cubrieron los míos. Se entrelazaron lentamente, saboreandonos, pero esos besos de ella, siempre me recorren entero. Poco a poco, sus manos se relajaron y sus brazos se cerraron a mi alrededor atrayéndome hacia su cuerpo.
¡Dios mío! Estaba tan seguro que ella podía escuchar mi corazón sacudiéndose en mi pecho, que hasta vergüenza sentí por un momento. Una de mis manos sobre su cintura la acercó a mí, la otra recorría su espalda muy lentamente. Pero si la acercaba más a mi cuerpo, ella se daría cuenta de lo que me provocan sus besos, porque ya era inocultable. Y entonces me sentiría y el sonrojo estallaría en su rostro… Tan irresistible… que yo acabaría perdiendo la cabeza.
Entonces me detuve… era la hora de despedirnos y yo no debería entretenerla.

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