Un día… necesitábamos una foto
Ese día necesitábamos una foto, una imagen. Sabíamos qué imagen necesitábamos y dónde conseguirla, así que nos dispusimos a ir por ella. Ese día yo estaba abocado a tomar la imagen… y ella estaba abocada a distraerme. Estoy seguro que no se daba cuenta. Ella nunca se da cuenta de lo que me provoca. Trabajábamos a unos metros de distancia; yo buscaba el enfoque perfecto de la luz pero ella capturaba todas mis miradas.
Vestía un jean sumamente ajustado qué me mostraba cada una de sus formas tal y como estaban grabadas en mi memoria. Llevaba también un buzo corto que cubría su busto y descubría su ombligo. Yo no veía la hora de terminar, quería tener esa imagen, cerrar y guardar todo y llevarla a un sitio más discreto dónde poder abrazarla, bailar un rato… la excusa perfecta para colar mis manos bajo ese buzo.
Cuando finalmente llegamos a esa especie de glorieta, apoyé mis manos en su cintura y las deslice suavemente por su piel. Estaba algo fresca porque el buzo la dejaba al aire pero la tibieza característica de esa mujer alcanzó mis manos, mis brazos, mi corazón y mi alma . . . como siempre.
Nuestros cuerpos se mecían al son de la melodía que sonaba en el lugar, pero mis manos se movían al son de mi deseo deslizándose suavemente por su espalda por su abdomen, sus costados… cada giro era una excusa para tocar su cintura, para acercarla a mi cuerpo y dejar que me sienta tal y como la estaba sintiendo a ella.
En una de las vueltas me acuclillé delante de ella y la miré a los ojos, le sonreí y besé su ombligo, su vientre tibio. Ella se sonrojó y, al levantarme lentamente, deje que mi pecho rozara el suyo. Sentir todas sus formas en mi piel me estaba volviendo loco y ella lo sabía perfectamente.
Mis brazos se deslizaron por sus costados la levanté en alto dejando que su abdomen quedará sobre mi rostro; me abrace a sus muslos y la hice girar en el aire al compás de la música. Eso la hizo sonreír ruidosamente y yo me estaba perdiendo en la tibieza de su piel la bajé muy lentamente dejando que toda su piel se frotara contra la mía que su buzo se levantará hasta descubrirla para que toda su piel estuviera pegada a mí y la besé en los labios muy suavemente.
Mi respiración estaba agitada y ella lo sabía, podía sentirme excitado y ansioso, me conoce bien… de pronto el baile se volvió un poco más estático, me abalancé suavemente hacia ella y ella dio un paso hacia atrás y yo uno más hacía ella y ella otro hacia atrás… mi pecho en ningún momento se despegó del suyo y ella sonreía con picardía. Mi mano peinaba su cabello, lo acomodé detrás de su hombro y cuando ella terminó apoyada contra la baranda de esa glorieta me acerqué todo lo que pude eliminando cualquier vestigio de aire entre nosotros, perdiéndome en su mirada, unido por completo con ella.
Solo habíamos ido por unas fotos, pero en ese momento y con mis ojos cerrados, las únicas imágenes que estaba viendo eran la de mi mano cerrándose sobre su pecho, oculta bajo el buzo; la de su pierna enredada en mi cadera; la imagen de mi otra mano perdida en sus nalgas apretándola contra mi; la de ella enredando sus dedos en mi cabello y la de la punta de su lengua humedeciendo sus labios muy lentamente. Una imagen tras otra, todas a la vez, todas al mismo instante. Sí, fuimos por una foto, pero yo me traje la mejor imagen… esa mujer es el paisaje más hermoso que haya visto en toda mi vida..
Es una maravilla, pero es solo mía
¿Te ha gustado? Recibe las notificaciones directamente en tu email o en tu móvil:
Y también en Facebook
- EL GUERRERO por Jorge Bucay en Cuentos para pensar - septiembre 22, 2023
- Trilogías para la vida - septiembre 20, 2023
- El mito de Escorpio - septiembre 19, 2023