Un día… Desperté envuelto en ella

<strong>Un día… Desperté envuelto en ella</strong>

Un día… Desperté envuelto en ella

Esa mañana al despertar, lo único que venía a mi mente era un pensamiento: 

¡Por dios! ¡Qué noche más cálida!. 

La suavidad de su piel está esparcida en la mía, se ha quedado conmigo. Mi cuerpo olía a ella, a su cabello, a su esencia, a sus besos.

Me sentía uno con ella. Y adoro cuando me hace sentir así.

No quería, en realidad nunca quiero, separarme de ella. El día insiste y yo resisto. Mis brazos abrochados a su alrededor  se negaban a dejarla ir. 

Solo un ratito más

Mirando por la ventana pensé: Hace frío. Aún llueve. ¿Qué caso tiene levantarse? Entonces, le susurré en voz baja, muy cerquita de su oído: “Ven aquí, apoya tu cabeza en mi pecho. cierra tus ojos. Deja que mi mano recorra tu espalda lentamente y mis dedos se pierdan una y otra vez entre tu cabello.”

Ella, en silencio, se acurrucó en mi pecho.

Se movía suavemente mientras mis dedos alcanzaban el final de su espalda acompañando la elevación de sus nalgas y de vez en cuando se colaban en el sendero entre ellas… hasta donde mi mano llegara…. 

¡Dios mío! ¡Qué amanecer más abrasador!

Es que disfruto tanto explorándola. Exalta todos mis sentidos, exacerba mis emociones a niveles inusitados. Y estos minutos eternos y nuestros no son para otra cosa que no sea recorrerla, amarla, adorarla. Para envolverme en ella.

Una y otra vez

Y es que definitivamente amo demasiado a esa mujer. La amo mucho más de lo que puedo imaginar, la amo con el alma, con el cuerpo, con el corazón. La amo más allá de mí mismo.

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Benicio
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