Un día… Al despertar recordé que era feriado
Yo sentía tan pocas ganas de levantarme ese día… Es que al ser feriado, y no laborable, solo podía pensar en permanecer en sus brazos. En remolonear envuelto en su calor, en su esencia.
Pensaba al mirarla.. “podríamos detener el tiempo ¿verdad?” “podríamos simplemente huir de celulares y relojes que nos hablen de lo que no queremos escuchar”. Y entonces sólo seríamos ella y yo, en un instante interminable. Abrazados en el cruce de los dos mundos que a veces se nos mezclan, y a veces se nos desmezclan…
Si… Hubiéramos podido ser eternos. Hubiéramos podido ser… tantas cosas podríamos haber sido! Sin embargo… en ese preciso momento en que la luz del sol se encargaba de descubrirla ante mis ojos, solo pude pensar en ser uno con ella.
Mi cuerpo se acercó al suyo, se pegó a su piel. La abracé. Mi rostro en su cuello, aspirando profundamente el aroma de su cabello. Mis manos recorriendo sus formas con amor, con delicadeza. Haciéndola vibrar con la yema de mis dedos, como quien toca un arpa, para sacar de esa mujer la melodía maravillosa que son sus suspiros, sus gemidos, mi nombre en su voz.
No podía despegarme de su cuerpo, no quería soltarla. Ese día, solo quería estar en sus brazos. Sólo quería bailar, al ritmo de su cuerpo, nuestra danza más íntima. Ese día quería tantas cosas… Quería que fuera feliz, que la tristeza no la alcance, que encuentre su refugio entre mis brazos, en mi pecho. Ese día quería ser su descanso. Quería ser su alivio. Pero lo que más quería, era que tuviéramos un excelente feriado… y ¿qué mejor que comenzarlo remoloneando abrazados un rato más?
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