Sobre la comunicación – Si tengo que pedírtelo, ya no lo quiero.

Sobre la comunicación – Si tengo que pedírtelo, ya no lo quiero.

Sobre la comunicación

“No te estoy pidiendo que me beses,
ni me disculpes cuando pienso que estás equivocado.
Ni siquiera te pediré que me abraces cuando más lo necesito.
No te pido que me digas lo hermosa que soy, aunque sea mentira,
ni me escribas nada hermoso.
Ni siquiera te pediré que me llames para decirme cómo fue tu día,
ni decirme que me extrañas.
No te pediré que me agradezcas por todo lo que hago por ti,
ni que te preocupes por mí cuando mi alma está abajo,
y por supuesto, no te pediré que me apoyes en mis decisiones.
Ni siquiera te pediré que me escuches cuando tenga mil historias que contarte.
No te pediré que hagas nada, ni siquiera estar a mi lado para siempre.
Porque si tengo que pedírtelo, ya no lo quiero.

Frida Kahlo,

Esta frase se le atribuye a Frida Kahlo, y estaba dirigida a su marido. Es interesante porque nos pone de frente con esas actitudes, esos “pequeños detalles” que solemos esperar de nuestro ser amado y que, por supuesto, también se esperan de nosotros. Muchas veces, el carecer de este tipo de atenciones tan mínimas y hasta podría decirse, triviales, va erosionando la pareja al punto de la ruptura.

Lo cierto es que son estos detalles los que construyen, sostienen y alimentan la relación. ¿Acaso en el noviazgo no es así? ¿Qué nos lleva a pensar que en el matrimonio ya no es necesario? No es extraño encontrar matrimonios que recuerdan con cierta nostalgia esas cartas, llamados, palabras; que solían llegar en momentos justos, sorprendiendo, conquistando, enamorando. Pero ya con el tiempo, las responsabilidades, lo vertiginoso de la cotidianeidad, todas esas pequeñas cosas se fueron dejando a un lado.

Aún así, no podemos negar que en medio de la jornada laboral, del estrés, discusiones, horarios, corridas, viajes, etc.; recibir “ese mensaje” sin duda sería suficiente para modificar todo en el mismo instante en que lo leemos, o lo escuchamos. En ocasiones no es fácil salir del ritmo que nos exige el trabajo, pero “ese mensaje” lo hace posible. ¿Por qué entonces vamos a dejar que los años, la rutina, la pérdida de costumbre, la falta de tiempo, nos impidan disfrutar de esas pequeñeces que tanto nos llenan?

Ahora bien, la frase sentencia “si tengo que pedírtelo, ya no lo quiero”. Es cierto que en estos ires y venires de lo cotidiano, en la convivencia juntos, uno aprende del otro, aprehende al otro. Aprende a reconocer sus diferentes estados de ánimo, sus reacciones, sus dudas, sus miedos, sus alegrías. Aprende a detectar, a través de gestos, de palabras, de silencios, aquellas cosas que no se dicen. Cuando la pareja alcanza a detectar estas cosas y actúa en consecuencia, el vínculo es estrecho y fluido, no hace falta decir nada. Un solo gesto es suficiente, para comunicar lo que se siente, para dar alivio, para contener, para tranquilizar. Y es que el amor está precisamente en estas pequeñas cosas.

Sin embargo, es común que muchas de estas cosas sean pasadas por alto, ya sea por apuros, por desencuentros, por estar con la mente puesta en otro lado, por problemas personales. En fin… a veces solo nos miramos sin vernos realmente. Perdemos de vista ese gesto, ese mensaje que nos da el otro, ese llamado. No nos damos cuenta de lo que necesita, de lo que siente, de lo que espera… no lo entendemos. Claro que esto no implica que ya no hay amor, solo sugiere que se han ido valorando otras cosas por encima del amor. El amor ha quedado de base, como fundamento, y todo lo demás ha caído encima: trabajo, economía, hijos, familia, proyectos. Es en estos casos que tenemos la errónea idea de que “no hay tiempo para  perder en tonterías” y no enviamos el mensaje. O simplemente no lo respondemos: “yo en medio de este kilombo y me pregunta cómo estoy”. Pues de esto mismo se trata. De saber cómo está el otro en medio de la vorágine que le toque afrontar, de hacer saber que uno está ahí. Se trata de marcar una diferencia. De no dejar que todas las circunstancias que nos van atrapando nos aparten de lo que sentimos por el otro. 

Y, en lo personal, creo que, si sentimos que algo nos hace falta, solo hay que decirlo. No está mal pedirlo. Si ese mensaje “salvavidas” que nos llega en el momento menos esperado, nos hace falta, “Escribime más tarde”. Si necesitamos ese abrazo que nos rearme, “¿me das un abrazo?”.  Al fin y al cabo, mi abuela solía decir “el que no llora no mama”. Una comunicación fluida entre los miembros de la pareja es una garantía de claridad, de seguridad, de entendimiento.

Cabe aclarar que puede suceder que, aún habiendo expresado lo que uno desea, aún después de haberlo pedido, las cosas no llegan. No nacen del otro. Esto ya es otra historia.




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Benicio
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