Mesa de Navidad
Estamos transitando una época en la que se presentan dos situaciones muy comunes: los que aman las fiestas y los que las detestan con todas sus fuerzas. Las razones para uno u otro caso pueden ser tan variadas que difícilmente podamos enumerarlas todas, sin embargo lo que más se suele escuchar en esta época, y en ambos grupos de personas es la dificultad que se presenta en el momento de reunirse con la familia.
La verdad es que con frecuencia encontramos, dentro de nuestro núcleo familiar, a alguien con quien no tenemos una buena relación o bien con quien no tenemos afinidad. Por esta razón, es muy común que en las mesas navideñas algunos se sientan incómodos, por presencias indeseadas, chistes y bromas algo desafortunadas, y comentarios ofensivos, que puedan hacerse o bien sin intención, o bien deliberadamente para provocar conflictos.
Naturalmente, a sabiendas de que esto es algo que se ha venido repitiendo año tras año, a muchos, ya los predispone negativamente a la hora de celebrar la Navidad, por eso llegando a esta altura del año, comienzan a anticipar las problemáticas que pueden surgir, los desencuentros, los malos entendidos, las disputas, etc. generando un nivel de estrés muy elevado afecta también a todo el entorno.
Para los creyentes, principalmente los cristianos, esta es una época muy importante puesto que se conmemora el nacimiento de Jesús. Particularmente buscan que nazca en cada uno de los corazones de sus seres queridos el mensaje que Jesús dejó sobre la Tierra. Por lo tanto se supone que es una fiesta de paz, de amor y de reflexión. Todas estas cosas quedan a un lado en esas situaciones tan desagradables que a veces se desatan en las cenas navideñas entre familiares.
Para aquellos que no son creyentes las fiestas son un motivo de celebración de reencuentro, de familia, de amigos. De modo que también los roces y asperezas interpersonales tiñen el ánimo de la fiesta.
En todos los casos, lo mejor es adoptar una postura más neutral. Aún cuando en la reunión haya personas que a nosotros nos desagradan, personas con las que nos cuesta establecer una buena conversación, el punto en estas fiestas es marcar la diferencia. Entonces, vamos a enfocarnos en la idea de compartir un buen momento con nuestros seres queridos, dejando las diferencias de lado. Por supuesto sería ideal si todas las partes involucradas pensaran lo mismo y asumieran el compromiso de dejar las diferencias de lado, pero aún sí está situación “ideal” no se presenta, lo mejor para nuestra salud es no engancharnos en conversaciones incómodas, y no responder a las provocaciones que se nos puedan hacer.
Para evitar todo esto en nuestra propia casa, lo mejor que podemos hacer es seleccionar cuidadosamente a quienes sentamos en nuestra mesa, porque a veces es preferible desairar a alguien que nos incomoda y no invitarlo, que tener que compartir la mesa, la noche, y la intimidad de la familia, con alguien indeseado que solo genera malestar en todos los presentes.
Sin embargo, en ocasiones no es posible seleccionar a quién invitamos y a quién no, quizás no nos resulte posible decir a un hermano, a un hijo o a uno de nuestros padres que no vengan porque no nos sentimos cómodos. En estos casos donde el encuentro con estos familiares es inevitable, lo recomendable es ir preparándonos poco a poco para que sus reacciones, sus palabras, sus provocaciones, no hagan mella en nosotros.
Para conseguir esto, es necesario poder regular nuestras emociones. En otros espacios hemos hablado sobre las formas de regularse en esos momentos en que nuestras emociones nos toman por completo. Lo más importante es el poder anticiparlas. La ventaja que tenemos, en estos casos, es que conocemos a estas personas y sabemos cómo reaccionan, ya nos vemos venir las cosas que suelen decir, a dónde suelen apuntar para herir, para lastimar o para incomodar, y esto, sin dudas, es para nosotros la ventaja porque nos permite estar preparados para ello. Estar preparado implica que cuando nosotros percibamos este tipo de instigación, podemos controlar nuestra emoción antes de que se manifieste de manera inadecuada, y racionalizarla antes de que nos afecte.
Este veinticuatro de diciembre, vamos a priorizar los vínculos saludables y el buen ambiente intrafamiliar.

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