Las adivinaciones de las siete Hathores
Una de las diosas egipcias más conocida es Hathor, considerada la deidad del amor y la alegría así como de la música y la danza. Según cuentan las leyendas tuvo siete hijas, conocidas como las siete hathores, las cuales adivinaban y avisaban del destino de los recién nacidos.
Dicen que hubo una vez un faraón que con su esposa llevaban mucho esperando concebir un hijo, sin ningún éxito. Luego de muchos años rezando e intentándolo las deidades se compadecieron y decidieron concederles un niño.
Cuando el pequeño nació, las siete hathores, encargadas de visitar a los nuevos padres egipcios para anunciarles el destino que tendría el pequeño hijo que acababan de tener, acudieron raudas a comunicar al faraón y su esposa el futuro que le esperaba al bebé. Sin embargo, y para tristeza de los soberanos, éstas pronosticaron que el niño moriría durante su juventud a manos de una terrible bestia: un perro, un cocodrilo o una serpiente.
Con el fin de intentar evitar dicho final, el faraón hizo construir un palacio bastante alejado en el que pensó mantener a su hijo aislado y seguro durante todo su crecimiento. Desgraciadamente para la pareja real, conforme el pequeño iba creciendo, iba viendo ese palacio como algo semejante a una prisión.
Un día el príncipe pidió a su padre que le concediera el deseo de tener un perro. A pesar de cierta reticencia, el faraón terminó por ceder, y le permitió tener un pequeño perro puesto que no representaría gran peligro..
Claro que, como era de esperarse, el perro y el príncipe se encariñaron y mantuvieron una estrecha relación afectiva. No obstante, el joven necesitaba salir al mundo y terminó por huir del palacio junto a su fiel amigo.
Fueron a una ciudad desconocida, donde el príncipe conoció a la princesa Naharin. Esta princesa también estaba encerrada por su propio padre, el cual únicamente la dejaría salir si alguien lograba llegar a ella de un salto. El príncipe lo logró, y consiguió casarse con dicha princesa. El muchacho, afligido, decidió contarle a su esposa la predicción que las diosas le hicieron al nacer. La princesa, entonces, se dedicó a cuidar y proteger al príncipe de ese negro destino que le habían augurado.
Así fue que un día logró dar muerte a una serpiente que pretendía matarlo, y le fue dada al perro como comida. Pero poco tiempo después el can empezó a cambiar y a volverse agresivo, hasta que llegó un momento en que terminó atacando a su dueño. El joven debió lanzarse a las aguas del río para salvarse de su querida mascota.
De pronto, entre las aguas, apareció un gran cocodrilo, pero afortunadamente para el príncipe este era un lagarto anciano y estaba ya agotado. Tanto así que le propuso al muchacho no devorarlo si éste le ayudaba a vencer a las aguas. El joven, naturalmente aceptó y salió a la superficie, donde nuevamente fue atacado por el perro. Tristemente, se salvó teniendo que matarle para defenderse.
El príncipe, viendo muerto al perro y habiendo evitado la serpiente y el cocodrilo, se pensó a salvo finalmente. Sin embargo, mientras estaba celebrándolo la serpiente salió del cadáver del perro y mordió al muchacho, matándolo con su veneno, tal y como se había predicho.

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