La leyenda del origen del calendario egipcio

La civilización egipcia tenía un calendario que constaba de un total de 365 días, aunque, según dice la leyenda, en un principio los años solo constaban de 360 días.

En el comienzo, el mundo era solo agua, océano. Entonces Ra creó a Shu (el viento) y a Tefnut (la humedad) que tuvieron dos hijos, a los que llamaron Geb (El dios de la Tierra) y Nut (La diosa del Cielo).

Resulta que se le predijo a Ra que su nieta Nut tendría relaciones con su hermano Geb, y esta unión, según esta profecía, tendría como resultado un hijo que le arrebataría el poder y el trono.

Por esos tiempos Nut yacía sobre Geb, pero en cuanto Ra oyó la profecía, recurrió a su hijo Shu, que los separó sosteniendo al cielo sobre su cabeza y sus hombros, y sujetando a la tierra con sus pies, mientras que él mismo, el viento, se desplazaba entre el cielo y la tierra. Pero la joven estaba ya embarazada, por lo que, con tal de evitar el nacimiento Ra lanzó una maldición a Nut, de tal modo que no pudiera alumbrar hijos ninguno de los días del año. La deidad estaba desesperada, pero acudió en su ayuda el dios Thot (el dios de la sabiduría), quien ideó un método para que pudiera hacerlo.

Retó a Jonsu (dios de la luna) en un partido de ajedrez con piedras lunares blancas y negras. En cada partida Thot ganó un poco de luz de la luna (que en ese entonces brillaba tanto como el sol) Y finalmente alcanzó a reunir la suficiente para que al unirla pudiera formar 5 días adicionales que puso al final del calendario, de modo que no pertenecían ni al año viejo ni al nuevo.

De esta manera, en esos días epagómenos, Nut pudo dar a luz a Osiris, Isis, Seth y Neftis, de los cuales Osiris alcanzaría el puesto del dios Ra. Se dice también que por la pérdida de aquellos pedazos de luz, la luna no pudo brillar tanto como antes y por eso va recuperando poco a poco su brillo para después empezar a menguar y empezar de nuevo.