La Leyenda de Sinuhé
Cuenta la leyenda que el faraón Amenemhet fue víctima de un complot de sus servidores, del que resultó asesinado. Su primogénito, y más probable sucesor, se hallaba ausente al estar en el ejército cuando ocurrió su muerte. Claro que enseguida, ante la muerte del faraón, se enviaron mensajeros en su búsqueda.
Uno de los hombres de confianza del faraón era Sinuhé, el cual, por ser tan cercano al soberano, nunca conoció el complot. Se enteró de la traición que terminó con la vida de su señor cuando que oyó a uno de los mensajeros contarle las causas de la muerte a uno de los hijos del Amenemhat.
Sintiéndose culpable por no haber visto venir semejante desenlace, y asustado temiendo que, a pesar de no tener nada que ver iba a ser acusado de cómplice, tomó la decisión de huir y marcharse del país.
Así fue que Sinuhé salió del país y se adentró en el desierto, donde pasó días y días perdiendo sus energías hasta el punto de desmayarse. Cuando despertó se encontró rodeado de beduinos, los cuales lo habían rescatado y le cuidaron. El rey de estos, Amunenshi, tras escuchar la historia de Sinuhé, le ofreció que se quedara con ellos. El rey le ofreció también la mano de su hija, con la cual Sinuhé se casó y tuvo hijos, además de tierras.
Así, en su nueva tierra Sinuhé alcanzó gran riqueza y fama. Obtuvo también el rango de general. Este último hecho no le fue sencillo, puesto que lo llevó a protagonizar un conflicto con uno de los mejores guerreros de la zona, el cual le desafió. Sinuhé aceptó el desafío consiguiendo vencerle, gracias a su gran astucia.
Sin embargo, y según iba haciéndose mayor, Sinuhé añoraba cada vez más su terruño, Egipto, rezando a menudo para poder volver y morir allí. Supo que allá en su país de origen reinaba ahora Sesostris I, hijo mayor del faraón asesinado, luego de varios años de duras luchas con sus hermanos para obtener y mantener el poder.
El nuevo faraón fue informado de la situación del antiguo hombre de confianza de su padre, y le mandó llamar a su presencia indicando que podía volver y que sabía de su inocencia.
Feliz y tras repartir sus bienes entre su prole, Sinuhé volvió a Egipto para ser recibido por el faraón, quien le hizo su consejero y le entregó una casa digna de un príncipe, así como una tumba entre los miembros de la familia real. Sinuhé pasó el resto de su vida a su servicio, pudiendo cumplir su deseo de fallecer en su país natal y con gran honor.

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