La leyenda de Esteco, la ciudad perdida
En el norte argentino, precisamente en la ciudad de Salta, cuenta la leyenda que existió hace exactamente unos 330 años atrás, una preciosa y lujosa ciudad que se la tragó la ira de Dios. Esteco fue una ciudad fundada por españoles que brotaba de lujos, bañada en plata y oro por donde se mire y donde sus habitantes vivían una vida extremadamente superficial.
Cuentan los salteños que sus pobladores eran crueles con los visitantes y despiadados con sus esclavos. Personas adineradas que no saludaban, caminaban erguidas en su arrogancia, exhibiendo sus joyas y jamás ayudaban al prójimo. Si se les caía dinero o joyas, su orgullo no les permitía levantarlo. La soberbia de la gente, su arrogancia, vanidad y la fortuna desmedida que ostentaba la ciudad, hacía sentir a cualquier visitante que no era bienvenido en aquel precioso lugar.
Cuenta la historia que un día llegó un forastero, en busca de agua y comida. Desesperado y al límite de sus fuerzas. Tuvo la mala fortuna que se cruzó con la ciudad Esteco. Nadie, pero nadie le ayudó.
El misionero moribundo se cansó de que lo rechacen y al salir de aquella ciudad se cruzó con una pobre mujer que vivía en las afueras y llevaba un pequeño en brazos. La mujer sacrificó la única gallina que tenían para darle de comer a aquel pobre hombre. El viajero le confesó que había tenido una visión en la que la ira de Dios y la naturaleza se iban a vengar de Esteco. Que su pueblo y su gente iban a perecer de una forma inimaginable y espantosa. El hombre le dijo, además, que cuando eso ocurra que simplemente corra y no mire atrás.
Una noche aquella mujer estaba bañando a su niño y sintió cómo la tierra tembló. Inmediatamente se acordó de aquel curioso visitante y sus palabras: “Corre cuanto puedas y no mires atrás”. La mujer tomó el niño e hizo exactamente eso. Huyó con todas sus fuerzas con su bebé en brazos. Mientras escapaba ella podía oír los lamentos y llantos desgarradores de la gente en Esteco. Escuchaba sus gritos de ayuda y piedad, sus llantos eran estremecedores.
Mientras corría y podía oír todo esto, le corría un frío por la espalda y le daba tremenda curiosidad lo que atrás de ella estaba sucediendo. Atormentada y asustada por los penetrantes gritos de muerte esta mujer hizo lo que no debía: La mujer miró atrás con su niño en brazos e instantáneamente quedaron convertidos en roca.
Todos los salteños conocen la historia de esta mujer y miran su “estatua” esa roca que parece tener forma de mujer con su criatura en brazos. Dicen que cada año que pasa, “ella está un paso más cerca de la ciudad de Salta” como queriendo escapar de lo que le sucedió.
¿Te ha gustado? Recibe las notificaciones directamente en tu email o en tu móvil:
Y también en Facebook
- El gigante egoísta por Oscar Wilde - septiembre 29, 2023
- Hijos por Jorge Debravo - septiembre 28, 2023
- La imagen Corporal - septiembre 27, 2023