En una ocasión un toro bravo se aproximó hasta las aguas del lago para calmar su sed. El toro era hermoso y blanco. Se vio reflejado en las limpias aguas del lago y pensó:
— Aquí veo un toro oscuro, es grande, el lago debe ser suyo. Tengo que cuidarme de él, tiene unos cuernos largos y deben ser duros.
Sintió miedo porque se creía más pequeño que el toro oscuro, pero como sentía mucha sed, se acercó nuevamente a la orilla y de nuevo notó la presencia del otro.
— ¿Qué voy a hacer? No hay agua por aquí cerca, esta es la única, volveré y tomaré el agua del lago.
Se acercó con cautela y cuando vio que el otro también movía la cabeza y abría la boca, sintió terror. Salió corriendo y descansó bajo una arboleda. Pero la sed se hizo más intensa, se volvió insoportable; entonces se decidió a tomar agua suceda lo que suceda.
Así lo hizo, introdujo la cabeza en las aguas y el otro toro desapareció.
Muchos de nuestros temores son imaginarios. Sólo cuando los enfrentamos, desaparecen. El miedo, con frecuencia, es la creación de nuestra propia mente. No dejemos que nuestra imaginación, descontrolada, desplace a la realidad.
por Maribel Barreto

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