El Papa y el Judío
[des]Entendimiento
Hace algunos siglos, el Papa decidió que todos los judíos debían dejar el Vaticano. Naturalmente, hubo un gran alboroto de parte de la comunidad judía local, motivo por el cual el Papa decidió hacer un trato. El tendría un debate religioso con un miembro representante de la comunidad judía. Si el judío ganaba, los judíos se podrían quedar. Pero si el Papa ganaba, ellos deberían irse.
Los judíos comprendieron que no tenían otra opción, así que eligieron a un hombre de edad media llamado Moishe, para que los representara a la comunidad en aquel debate. Moishe pidió que se hiciera una adición al debate; que para hacerlo más interesante, a ninguno de los dos lados le estaría permitido hablar. El Papa aceptó.
El gran día del debate finalmente llegó, y Moishe y el Papa se sentaron uno frente al otro para debatir. Durante un minuto el Papa levantó su mano y mostró tres dedos. Moishe lo miró seriamente a los ojos y levantó un dedo. El Papa movió sus dedos en círculo sobre su cabeza. Moishe apuntó a la tierra donde estaba sentado. El Papa sacó una hostia y un vaso de vino. Moishe sacó una manzana. El Papa se levantó y dijo:
– Me rindo. Este hombre es muy bueno. Los judíos se pueden quedar.
Una hora después, los cardenales estaban todos alrededor del Papa preguntándole lo que había pasado. El Papa dijo:
– Primero, yo levanté tres dedos en representación de la Trinidad. Él respondió levantando un dedo para recordarme que hay un solo Dios para todas las religiones. Después moví mis dedos sobre mí, para enseñarle que Dios estaba alrededor de todos nosotros. Él respondió apuntando a la tierra, mostrándome que Dios también se encontraba aquí junto a nosotros. Yo saqué el vino y la ostia, para enseñarle que Dios nos absuelve de todos nuestros pecados. Él sacó una manzana, para recordarme que del pecado original no nos absuelve. ¿Qué podía hacer yo? – preguntó el Papa
Mientras tanto, la comunidad judía se amontonó alrededor de Moishe.
– ¿Qué pasó? – le preguntaron.
– Bueno – dijo Moishe – primero él me dijo que todos los judíos teníamos tres días para irnos de aquí. Yo le dije que ni siquiera uno de nosotros se iba a ir. Después él me dijo que iban a limpiar toda la ciudad de judíos. Yo le hice saber que todos nosotros nos quedaríamos aquí.
– ¿y después? – preguntó una mujer.
– Yo no sé – dijo Moishe – él sacó su refacción y yo saqué la mía.

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