Cuando duermes

Cuando duermes

Cuando duermes

Luego de la jornada laboral, no hay nada que pueda desear más que llegar a casa, al cuarto, a la cama, a ti. Deslizarme con sigilo para no despertarte y finalmente, ya a tu lado, sentir que estoy en mi hogar.

Verte dormida es algo que no deja de maravillarme. Nada me hace sentir más paz que quedarme dormido mirándote. Y es que te ves tan bella amor. No puedo resistirlo, observar tus gestos, percibir el sonido de tu respiración acompasada. El movimiento de tus ojos, de tu pecho. ¿Estás soñando? ¿Qué soñarás? 

Ese mechón de cabello que siempre cae sobre tu rostro es conducido muy suavemente hacia atrás. Dejando tu carita libre para que pueda acariciarla. No puedo evitar sonreir. Es que deberías ver lo bonita que te ves cuando duermes.

Mis dedos recorren el contorno de tu rostro. Tus formas: la frente, tus cejas, tus ojos, tus pómulos, tus mejillas… Mi pulgar se desliza sobre tus labios recorriéndolos, dibujándolos.

Quiero besarte.

Sigo mi recorrido por tu barbilla, tu cuello. Te estremeces al paso de mi mano por tu cuello. Me fascinas amor. Las yemas de mis dedos siguen el contorno de tu cuerpo. Tu hombro, tu brazo, tu pecho. Suavemente. No quiero despertarte.

Si cierro mis ojos puedo dibujarte de memoria. Pero prefiero mirarte.

Porque cuando duermes, la paz de tu rostro me envuelve, la calma de tu respiración me adormece, y tu belleza es la mejor imagen que podría imaginar para terminar mi día. Al llegar a casa, a veces quisiera poder tener tu mirada, tu sonrisa, tus palabras… pero es que estos instantes son también tan hermosos que no quiero dejar de atesorarlos.

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Benicio
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