¿Cómo puede ser que hay un bebé en casa y ya nadie puede dormir? Sí, realmente suena muy exagerado, pero estas son cosas que suelen escucharse. Muchas veces los pequeños, en su inmensa vulnerabilidad, no logran adaptarse a los ruidos, a la casa, a la familia, a los horarios. En otros casos, los papás perdemos el norte y solo buscamos que no llore, atendiendo todas sus necesidades incluso antes que el niño sepa que las tiene. Sea cual sea el caso, la consecuencia es que el niño no duerme de noche. ¿Cómo podemos evitar que la llegada de nuestro bebé altere toda nuestra vida?
El punto es reconocer que desde el momento de la concepción, la vida ya se altera. La vida de esa madres cambia radicalmente, biológica y psíquicamente. Y, por consiguiente, la del resto de la familia. Por esta razón, es esperable que la llegada de un bebé lo cambie todo: nuestros ritmos, nuestros horarios, nuestra economía, y nuestro descanso no es la excepción.
Es el bebé el que tiene que acomodarse, no a la inversa
Retomando la pregunta que nos planteamos más arriba, vamos a decir que, si bien cuando nuestro bebé llega a casa todo cambia, no debemos olvidar que es el bebé quien viene a acomodarse a nosotros Porque el bebé no trae horarios establecidos, no trae patrones de sueño, no trae costumbres… todas estas cosas se adquieren en el entorno de la familia, con los papás, con los hermanos, con los abuelos.
Tener un bebé en casa siempre va a marcar un antes y un después, lo mejor que podemos hacer es, desde el principio, ir adaptando al niño a las rutinas, horarios y hábitos de la familia. Y lo fundamental es lograr establecer un buen ritmo de sueño en el pequeño que, por supuesto, implique un buen descanso en los padres y el resto de la familia.
Durante los primeros días la adaptación suele ser algo problemática principalmente porque los horarios de alimentación y sueño suelen ser algo desordenados, y es aquí donde debemos comenzar a prestar atención.
Por lo general, los recién nacidos suelen alimentarse cada tres horas a lo largo del día (posteriormente estos periodos poco a poco pueden ir extendiéndose). Es aconsejable procurar que, entre cada momento de comer durante el día, el niño pueda estar despierto en su cuna, preferentemente a media mañana y a última hora de la tarde. Quizás una siesta corta después del almuerzo pueda ser oportuna, pero reducir los espacios de sueño durante el día ayuda a que la noche sea más tranquila para todos.
Algunos sugieren despertar al niño cada tres horas durante la noche para alimentarlo, lo cierto es que si no despierta para pedir comida no tiene hambre por lo tanto despertarlo e interrumpir el sueño puede no ser beneficioso, e incluso puede llegar a acarrear problemas para volver a dormir. Entonces, lo más recomendable es dejar que el bebé demande el alimento y estar listos para reconocer sus patrones y alimentarlo en los momentos que sea necesario. No siempre que el niño llora tiene hambre, y esto necesitamos tenerlo presente.
De esta manera, si el pequeño comiera alrededor de las once o doce de la noche probablemente podría tener unas seis horas de sueño y los padres también. Por supuesto, todos estos ajustes de horarios no se van a dar en las primeras noches. A medida que pasan los días vamos a ir acomodando los horarios de acuerdo a las demandas del niño, alimentándolo a la mañana temprano a media mañana al mediodía a media tarde a la hora de la cena y, por último, cerca de la medianoche.
Metodos de entrenamiento del sueño

Cabe aclarar que no todos los niños responden de la misma manera, por lo que es posible que nos encontremos con que no hay forma. Algunos profesionales sugieren que a partir de los tres meses aproximadamente puede comenzar a entrenarse el sueño1. Ahora bien, ¿qué es esto del entrenamiento del sueño? Pues, básicamente se trata de buscar que los niños duerman mejor. Para ésto se diseñaron diversos métodos de entrenamiento, algunos a través del llanto, es decir que son métodos que se implementan a pesar del llanto del bebé; otros métodos son sin llanto, es decir que cuando el niño llora, los padres intervienen, pero la técnica continúa.
Una alternativa diferente
En lo personal, y basado en la experiencia y en ciertas teorizaciones que de alguna manera hemos tocado aquí en otros artículos, considero que la mejor forma de hacer dormir a un niño es en brazos, meciéndolo despacio, hablándole con voz suave o cantándole.
Luego de haberlo alimentado bien y haberlo higienizado adecuadamente, el sostener al niño en los brazos genera en él una sensación de seguridad, de protección, que le permite, por supuesto, dormir mucho más tranquilo. Este sostén no es simplemente cargarlo en brazos, desde la psicología se plantea la relevancia de la persona que lo hace en cuanto a la seguridad y tranquilidad que debe tener y transmitir al niño. En otras palabras, si quien está intentando dormir al niño, lo está haciendo apurado, nervioso, inquieto, con miedo de que se caiga, difícilmente el niño reciba la sensación de calma que requiere para tener un sueño tranquilo y prolongado.

Por otro lado, las caricias que podemos ir sembrando en nuestro bebé a lo largo del día, ya sea mientras lo alimentamos, cuando lo bañamos o incluso cuando lo estamos haciendo dormir, lo van a ir construyendo poco a poco. Esto significa que el bebé no tiene noción de su cuerpo, pero siente que acarician sus manitas o sus pies, y su cuerpo poco a poco a través de esas caricias, va apareciendo para él. Esta manipulación que se hace al maternar, estos cuidados, también van conformando su idea de ser amado, su autoestima. Todo esto son ladrillos que van edificando su psiquis y tienen una influencia absolutamente relevante en el desarrollo psicoafectivo del niño. Las canciones de cuna, las palabras que podemos decirle mientras lo estamos arrullando también marcan y van conformando su idea de sí mismo y del otro.
Métodos para ayudar a dormir a los niños más grandes
Importante eliminar todos los elementos distractores
Con los niños un poquito más grandes podemos tener también inconvenientes para que duerman toda la noche, porque quizás suelen querer jugar o ver televisión o estar en la computadora o con el celular o con la tablet o lo que sea antes de dormir y todos estos tipos de artefactos, “las pantallas”, son distractores que fácilmente pueden provocar trastornos de sueño.
En este punto tenemos que mencionar la importancia del entorno. Es decir, es importante que el ambiente en el que el niño duerme sea un ambiente adecuado para dormir. Esto lo vamos a conseguir oscureciendo la habitación en las noches y dejando durante el día que sea una habitación luminosa.
El sueño del día no es igual al de la noche. No podemos perder de vista la importancia que tiene el sueño para los niños (y para los adultos también pero fundamentalmente para los niños) que están en desarrollo.
La importancia de las rutinas
Cuando el niño no duerme bien puede presentar problemas para concentrarse, para aprender, incluso puede ser que sea hiperactivo. Pero dormir en la noche es fundamental porque es el momento en el que más hormona del crecimiento se segrega, por esto es tan importante que como papás logremos que los niños duerman toda la noche.
Como decíamos al principio, esta debería ser nuestra meta desde el primer momento. Por eso resulta muy útil establecer rutinas claras y que el niño conozca. Por ejemplo: fijar un horario para ir a la cama, y que tanto los niños como los padres respeten a diario. Esta es una buena herramienta que conducirá a acostumbrarlos a tener sus ciclos de sueño ordenados.
Y cuando no logramos nuestro proposito ¿qué?
Por supuesto, puede pasar, que por más que pongamos todo lo mejor de nosotros, muchas veces nada funciona, entonces, en estos casos, en los que notamos que nuestro hijo no duerme el tiempo que debería dormir o no logramos establecer un ritmo de sueño para él, la mejor opción es consultar con un profesional que nos guíe en la tarea.

Únete a nuestro canal en Telegram y no te pierdas nada
- Con un nudo en la garganta de Pimpinela - abril 24, 2025
- Infancia en crisis: Reflexiones sobre la niñez. - abril 23, 2025
- Sif y Thor - abril 22, 2025