Carta de Qamar al-Zamán a Budur
Estas letras están extraídas del libro
Las mil y una noches
Escribe aquel que está afligido por la dureza de la amada, cuya medicina está constituida por la fidelidad y la pena; aquel que desespera de la vida y está cierto de su próxima muerte; aquel que, teniendo el corazón afligido, no encuentra quien le preste auxilio, y cuyos ojos, insomnes, no encuentran quien los alivie en la noche de sus preocupaciones; pasa el día entre llamas, y la noche, en tormentos; su cuerpo ha llegado al límite de la extenuación, y a que no ha recibido ningún mensajero de su amada
Te he escrito mientras el corazón te recuerda apasionado, mientras los ojos derraman lágrimas de sangre. Con el cuerpo al que la tristeza y el deseo han revestido con una camisa de delgadez, dentro de la cual se desvanece.
Me lamento de la pasión, ya que ha hecho mella en mí y no sé cómo soportar mi suerte.
A ti te incumbe el demostrarme generosidad, bondad y afecto, pues mi corazón está destrozado por el amor.
La cura del corazón reside en el encuentro de los amantes; Dios es el médico de aquel que es víctima de su amado. ¡No obtenga jamás lo que desea aquel de nosotros que traicione! Del enamorado fiel, a la amada cruel
Del enamorado afligido, del apasionado perplejo, del que está intranquilo por el amor
y la pasión, del que es prisionero del afecto y del cariño, Qamar al-Zamán, hijo del rey Sahramán, a la perla única del tiempo, a la mejor y más hermosa de las huríes, la señora Budur, hija del rey al-Gay ur. Sabe que paso las noches insomne, y el día, perplejo; que adelgazo progresivamente, y la enfermedad, la pasión y el deseo me hacen suspirar y llorar; soy prisionero del amor, víctima del ardor y compañero de la enfermedad. Soy un insomne cuyos ojos siempre velan, un enamorado cuyas lágrimas nunca cesan. El fuego de mi corazón no se apaga, y la llama del deseo no se extingue.
Saludos, de los tesoros de gracia de mi señor, a aquella que posee mi alma y mi corazón. Dime alguna palabra; tal vez tenga piedad y se consuele mi corazón. Mi pasión por ti y el deseo me han llevado a despreciar el desprecio que encuentro.
Guarde Dios a unas gentes cuyas moradas están lejos de mí. He guardado su secreto en buen sitio. El tiempo ha sido generoso conmigo y me ha puesto en la pista de aquella a la que amo.
He visto a Budur en el lecho, a mi lado: mi luna resplandecía. ¿Quién ha tenido, en mi época, la suerte de aspirar el perfume? Pregunta a mi carta qué es lo que ha trazado mi pluma: lo escrito te informará de mi pasión y de mi pena.
La mano escribe mientras fluyen las lágrimas de los ojos. El deseo se queja de mi enfermedad en la carta. Mis lágrimas no paran de caer en el papel: si dejase de llorar, la escribiría con sangre.
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