El Califa Mutawakkil y su gran amor, la esclava Mahbuba
Se cuenta que en el alcázar del Emir de los creyentes al-Mutawakkil Ala Allah había cuatrocientas concubinas: doscientas eran griegas y las otras doscientas, árabes nacidas esclavas y abisinias. Ubayd b. al-Tahir regaló a al-Mutawakkil cuatrocientas esclavas: doscientas blancas y doscientas árabes y abisinias.
Entre éstas había una esclava árabe de Basora llamada Mahbuba. Era de una belleza sorprendente, prodigiosa; graciosa, sabía tocar el laúd, cantaba bien, componía versos y escribía con muy buena letra. Al-Mutawakkil se apasionó por ella y no sabía pasar una hora separado de ella.
La mujer, al darse cuenta de su pasión, se enorgulleció y empezó a tratarlo con desdén. El Califa se enfadó muchísimo, se alejó de ella e impidió que los moradores del palacio le dirigiesen la palabra. Así transcurrieron algunos días, pero al-Mutawakkil la seguía amando. Cierto día, por la mañana, dijo a sus contertulios:
– Esta noche he soñado que me había reconciliado con Mahbuba. – Le contestaron:
– ¡Rogamos a Dios (¡ensalzado sea!) que te reconcilie con ella estando despierto!
Mientras estaban hablando se presentó una criada que habló en secreto a al-Mutawakkil. Éste se levantó de la tertulia y se dirigió al harén. La criada le había dicho en secreto: «Hemos oído cantar y tocar el laúd en la habitación de Mahbuba y desconocemos la causa» Al llegar a su habitación oyó que cantaba, acompañándose con el laúd, y decia en su canto que había soñado con el Califa y se había reconciliado con él.
Al-Mutawakkil se admiró mucho al oír estos versos y darse cuenta de tan extraordinaria coincidencia, puesto que Mahbuba había tenido un sueño semejante al suyo. Entró en su habitación. Una vez dentro, ella, al oírle, se apresuró a levantarse, a arrojarse a sus pies y a besárselos. Le dijo:
– ¡Por Dios, señor mío! He visto esto mismo en mis sueños de la noche pasada. Al despertarme he compuesto esos versos – Al-Mutawakkil le dijo:
– ¡Por Dios! Yo he visto lo mismo en sueños
Ambos se abrazaron y se reconciliaron. El Califa permaneció a su lado siete días con sus noches. Mahbuba escribió en su mejilla el nombre de pila de al-Mutawakkil, que era Chafar. El Califa al ver escrito en su mejilla, con almizcle, su nombre, dijo:
– Si las yemas de tus dedos han escrito en la mejilla una línea. ¡Cuántas líneas han trazado sobre mi corazón!
Cuando murió al-Mutawakkil se consolaron de su muerte todas las esclavas menos Mahbuba…Mahbuba le lloró hasta su fin y fue sepultada a su lado. ¡Dios tenga misericordia
de ambos!

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