Un día… El demonio
Esa mañana al amanecer, abrí los ojos y la vi a mi lado dormida, su cabello caía de sus hombros. Estaba de lado, hacia mi.
Extendí mi mano y acaricié su rostro. Es tan hermosa. Mi pulgar recorrió sus labios. Sonreí al recordar la noche anterior… ¿Quién diría que ese ser angelical, puro, inocente que dormía a mi lado, podría convertirse en ese demonio apasionado que me llena, me desborda, me vacía, me enciende y me apaga como se le antoja? Apenas podía creer que esa boca tan dulce era la misma que me devoraba con hambre el día anterior.
No me cansaba de mirarla.
Sus ojos se abrieron lentamente y me sonrió. “Buenos días” dijo. Me acerqué a ella, besé sus labios con dulzura y le respondí “buenos días amor”.
Sonó la alarma y volteó a apagarla. Se volvió hacia mí y me abrazó. Besó mi pecho y se quedó en él unos minutos. Cerré los ojos y acaricié su espalda… ¡Qué delicia!
Finalmente la alarma sonó de nuevo y se levantó, caminó por el cuarto. Y antes de salir volteó y me lanzó un beso. “Ponlo donde tu quieras” me dijo… ¡Qué chistosa.! “Por qué no vienes y lo pones tú?” le respondí… “Después amor… Después” dijo sonriendo como un ángel.
¿Otra vez?
¿Otra vez “después”?
¿Otra vez esa endemoniada palabra?
El demonio ha salido de nuevo… cerré mis ojos… respiré profundo… y me quedé pensando cuánto faltaba para “después”.

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