La Leyenda del Pozo Amargo

Esta es una leyenda de la ciudad de Toledo, y cuenta la historia de Raquel, la única hija de un rabí muy potentado de la zona.

Poco después de las diez de la noche la joven solía salir al jardín y esperaba con una sonrisa a Don Fernando, quién al verla siempre le hacía una reverencia con irresistible galantería.

Según el relato, una noche Fernando subió -trepando por las enredaderas- el tapial para reunirse con su amada en el jardín de la enorme casa del israelita Leví, tal y como acostumbraba. Pero poco antes de llegar a sus brazos una filosa daga se enterró en el cuerpo de Don Fernando, desde su espalda atravesando su corazón y ante los ojos desesperados de Raquel cayó sin vida en el jardín.

En el jardín había un pozo de agua alrededor del cual los enamorados solìan conversar, y más allá los canteros con árboles y plantas. Una sombra corrió entre los arbustos y flores. Pero ante los ojos de Raquel el jardín había desaparecido, el mundo entero había desaparecido. Solo estaba frente a ella la figura sin vida de su amado, ensangrentado, en el suelo. En ese momento un grito desgarrador atravesó el silencio de la noche, cargado de dolor, de tristeza, de desesperación.

Dicen en la ciudad de Toledo que cada noche Raquel acudía, como siempre, a su cita. Poco después de las diez salía caminando a paso lento y paseaba por su jardín. Aunque ya sin esa hermosa sonrisa que solía vestir, se quedaba cerca del pozo y con sus manos entrelazadas lloraba su tristeza. Sus lágrimas se perdían en las aguas del fondo que en algún momento y por alguna razón se volvieron amargas, tal vez por la tristeza y la amargura de Raquel.

Una de tantas noches, la joven creyó ver en el fondo del pozo, en medio de las aguas ondulantes mezcladas con lágrimas, a Don Fernando sonriéndole y reverenciándola como siempre lo hacía cuando llegaba al jardín, y ella sin poder evitarlo se sintió atraída hacia el fondo del pozo, y se dejò caer en sus brazos.