Soneto a un seductor
Ni sientes pena ni remordimiento,
ni te importa el sufrir del corazón;
amante sembrador de una ilusión,
¡tu alma no sabe de arrepentimiento!.
Tan sólo la alertó el frío viento,
que al rozarla sintió, por compasión,
que ella no merecía una traición,
y así se lo dejó saber, atento.
Aunque el aire desconoce el candor,
indignado por tan innoble acción
¡sopló y sopló con el mayor ardor!
Contra el suelo arrojó al conquistador,
ojalá aprenda esta dura lección…
torpe engreído y vil encantador.
Autor: Genaro Ortega

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