Tipos de personas a las que hay que esquivar
No vamos a hablar de personas tóxicas. Ese término resulta profundamente chocante cuando consideramos que somos producto de nuestro entorno, de nuestra crianza y que muchas veces nuestras formas de ser y de actuar provienen de lo que hemos aprendido. De esta manera, resulta más justo hablar de “ciertas personas”. Por lo tanto, al pensar estas líneas, no pensaríamos en personas tóxicas, sino en ciertas personas que tenemos que tratar de evitar o de aprender a limitar el trato con ellas. Por supuesto, tampoco son líneas que se orienten a favor de la discriminación ni a favor del ahí no es, sentencia sobre la que se podría debatir ampliamente también.
Partimos,entonces, de la idea de que todas las personas tienen el derecho a amar y a ser amados, todas las personas tienen el derecho de ser comprendidos y respetados en sus particularidades. Sin embargo, la lealtad comienza por uno mismo y, para hacer leales a nosotros mismos, una de las primeras cosas que tenemos que aprender es a preservarnos. A no dejar que otras personas nos lastimen, nos depriman, nos llenen de resentimientos, de sensaciones negativas.
Así las cosas, parece importante aprender a detectar este tipo de comportamientos, que nos molestan, que nos duelen, que nos malhumoran, que nos hacen quedar mal. Porque lo cierto es que nos quedamos mal después de estar con este tipo de personas. Vamos a ir mencionando las diferentes características que pueden tener esas personas a las que es mejor esquivar y vamos a comenzar por esas que son absolutamente interesadas. No importa lo que sea, puede ser en el dinero, en las oportunidades, en las posibilidades de mejora personal para ellos. Son los que ven en nosotros algo que ellos pueden utilizar para su beneficio. Este tipo de personas van a ser muy gentiles con nosotros, van a ser colaboradoras. Incluso puede que sean muy amigables y amables, pero solo les interesa el beneficio que pueden obtener de nosotros.
En este caso la forma de lidiar con estas personas es primero que nada preguntarnos si queremos que esta persona se beneficie de nosotros. Para mucha gente el ser útil, el ayudar, el beneficiar a otros es parte de su vida diaria, de sus acciones de todos los días y le satisface que la gente se acerque a buscar este beneficio. En ese caso este tipo de personas no serían para nada molestas ni de ninguna manera rechazables, pero si nosotros no somos ese tipo de gente que quiere hacer el bien, si nosotros no estamos dispuestos a dejar que cualquiera se beneficie de nosotros, entonces deberíamos aprender a frenarlos, aprender a no creer en sus demostraciones de afecto, absolutamente interesadas y a no caer en sus adulaciones.
Otra clase de personas que vamos a mencionar son las falsas, hipócritas esas que sabemos que delante nuestro sonríen de una manera, casi sincera, pero por detrás siempre, e indefectiblemente, están perjudicando nuestra reputación. Una vez que las detectamos, con estas personas lo más efectivo es limitar el tiempo que compartimos con ellas, la información que les damos de nosotros mismos y, por supuesto, aceptar que estas personas son así y mantener una distancia prudente y sana.
Podemos tener cerca personas que son muy amigas de dar información, cada vez que las cruzamos nos llenan de datos de otras personas, nos cuentan sus historias, sus intimidades, las cosas que les pasaron. Son los que suelen llamarse chismosos y hacen lo mismo con lo que nosotros hablamos con ellos. Entonces, ya de por sí, sabemos que no es posible contarles una intimidad, un secreto que queremos conservar, a este tipo de personas. Por lo tanto y así como la persona hipócrita, con estas también vamos a tener que limitar la información que damos, el tiempo que pasamos con ellos y fundamentalmente por una cuestión de Salud Mental también deberíamos limitar las cosas que escuchamos de ellos. Y acá podríamos recurrir a los tres filtros de Sócrates, que seguramente nos serán muy útiles en estos casos.
Hay otras personas que también suelen ser muy particulares y son las personas que cuando uno les cuenta un proyecto suelen tirarlo abajo de un plumazo como si nada. Son los aguafiestas, y cuando sabemos que alguien es así, ya sabemos cómo tenemos que actuar. Este tipo de personas, quizás sin maldad, simplemente tienen la habilidad de ver todo lo negativo en lo que a nosotros nos entusiasma, y son capaces de convertir un buen momento en algo desastroso. Así que, quizás la mejor opción es reducir el tiempo en el que estamos con estas personas, así como la información que les damos, y por supuesto, no mencionar ningún proyecto nuestro.
En algún momento podemos encontrarnos que alguna de las personas allegadas es mentirosa. Estas personas son de cuidado y una vez que ya sabemos que son mentirosas lo mejor es no fiarnos de nada de lo que digan, ponerlo todo en cuestión, no creerles. Por más que pensemos “no, ahora sí nos va a decir la verdad”, pues no. Si la persona acostumbra a mentir, como decía mi abuela, de boca del mentiroso lo cierto sale dudoso. A menos que seamos capaces de no caer en sus decires, deberíamos evitar frecuentar este tipo de personas. Puede que sean divertidas, en cuyo caso podemos aprovechar sus anécdotas para pasar un buen rato, pero todo lo que es en serio dejarlo de lado.
Ciertas personas son realmente dañinas buscan y se satisfacen haciendo daño al otro. A veces, nos hacen daño con palabras, frases, acciones. No necesariamente con un golpe o con armas. Con frecuencia, los daños son mucho más sutiles, profundos y dolorosos y limitar al máximo el tiempo con estas personas es lo más saludable. Quizás son personas que no se dan cuenta que hacen daño o quizás sí y lo disfrutan. Quizás solo nos hacen daño a nosotros o quizás a todo el mundo. Entonces siempre lo mejor será preservarnos y si necesitamos explicarles por qué nos distanciamos, simplemente se lo decimos “porque me haces daño”.
Hay otro tipo de personas con las que también hay que ser cuidadosos, son las que están permanentemente criticando. Si bien la crítica puede ser muy enriquecedora para nosotros, estas personas son criticonas, y por ende siempre critican todo lo que hacemos, ya sea desde lo moral desde lo práctico desde lo profesional. No recibiremos nunca apoyo de estas personas, entonces, una vez detectadas, las conversaciones tienen que ser limitadas. También la información que damos de nosotros. Podemos establecer una conversación más de índole cotidiana, sin nada de nosotros ahí cargado en la en la charla.
Nunca faltan aquellas personas que son o se sienten superiores a nosotros y nos lo hacen sentir cuando nos hablan o nos miran, porque nos tratan con arrogancia. Por supuesto esto no nos va a hacer bien, no nos va a resultar cómodo, y mucho menos saludable. Y aún cuando no lo queramos, vamos a estar sintiéndonos inferiores, o con la sensación de que no tenemos valor frente a estas personas. Y es que los arrogantes suelen tener cierto encanto y muchas veces también son personas exitosas, por lo que cuesta un poco más establecer el límite. Pero cuando no nos sentimos bien, cuando vemos que nuestra salud está afectada por estas personas, lo mejor es marcar cierta distancia y limitar el contacto al mínimo posible.
Probablemente todos conocemos a alguien que por lo general siempre nos va a decir que le pasó algo, y siempre ese algo es muy malo. Siempre alguien le hace algo, son victimistas y llegan buscando, quizás desde nuestra empatía, solidaridad, compasión, consuelo. Con estas personas naturalmente, no podemos contar para recibir un apoyo o nosotros ser consolados. Estas personas siempre van a tener algún problema mucho más grave que el nuestro. Por lo tanto, cuando tenemos ganas de hacer sentir bien a alguien está bueno acercarse a este tipo de personas para escucharlas, para consolarlas, acompañarlas, entenderlas, pero cuando nosotros somos los que estamos pasando un mal momento, quizás lo mejor es evitarlas.
De lo que no podremos zafar es de cruzarnos con un envidioso. Hay por todos lados y a veces no nos damos cuenta. Sin embargo, es fácil reconocerlos porque son a quienes les molestan nuestros logros, nuestros avances, nuestras etapas de superación. Nosotros nos sentimos felices, pero ellos lo viven como una afrenta. Este tipo de personas muchas veces pueden hacernos daño, aunque con frecuencia no actúan en consecuencia, simplemente se resienten ellos mismos y no hacen nada en contra nuestra, aunque podemos llegar a ser odiados profundamente por ellos. Por eso, a estas personas puede ser menos problemático si no les mencionamos nuestras alegrías más grandes. Quizás sí podríamos mostrarnos más frágiles, más vulnerables, en esos momentos en que lo necesitamos. Pero siempre es mejor reducir el tiempo que compartimos con las personas que no nos hacen bien.
Como decíamos antes, todas las personas tienen derecho a amar y a ser amados, independientemente de sus defectos y sus virtudes, pero también todos tenemos derecho a rodearnos de personas que nos hagan bien, que nos hagan crecer, que nos enriquezcan. Cuando nos topamos con ciertas personas que atentan de alguna forma contra nuestro bienestar y lo detectamos de alguna forma u otra, lo mejor es reducir al mínimo posible el tiempo con ellos. Asumir que, con esa persona, no podemos hacer determinada cosa, o no podemos contar en determinado momento y a la cual no le deberíamos mencionar determinadas situaciones, nos implicará menos problemas.
Sabemos que hay ciertas personas con las que no podemos hablar libremente. Y sabemos que no estamos exentos de tener uno o más ejemplares de estos tipos de personas a nuestro alrededor, incluso dentro de nuestra misma familia, lo cual hace que el distanciamiento quizás sea un poco más complejo. Sin embargo, para preservarnos, es importante, antes que nada, haberla detectado y luego ya podemos saber de qué manera conducirnos para salir ilesos.

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